Tras el desplazamiento, hace un año, los excombatientes de las FARC que dejaron las armas en Miravalle, Caquetá, siguen adelante con Remando por la Paz y Caguán Expeditions. La dispersión de los firmantes y las comunidades es una de sus principales fortalezas, porque ahora promueven el turismo comunitario y de naturaleza mediante una red que pretende abarcar todo el departamento.
“No nos vamos a ir del Pato ni del Caguán”, dice convencido Carlos Ariel García, mientras mira el río Pato que corre majestuoso por la vereda El Pescador, de San Vicente del Caguán, y explica los planes para revitalizar Caguán Expeditions y Remando por la Paz. La certeza con la que habla le viene de adentro y es producto de los últimos ocho años de lucha contra las adversidades para sacar adelante, junto a otras 22 personas (12 firmantes del Acuerdo de Paz y 10 miembros de la comunidad), estas dos iniciativas como parte de los proyectos productivos de lo que fue el Espacio Territorial de Reincorporación y Capacitación (ETCR) de Miravalle.
Hace un año, con un dejo de tristeza, pero sin sentirse derrotado, el mismo Carlos Ariel le anunció al país que dos de los proyectos más novedosos y exitosos del proceso de reincorporación de las extintas FARC debían abandonar ese territorio donde nacieron. “Un duro golpe”, admitió en ese momento. La confrontación entre dos facciones de excombatientes de las antiguas FARC que se rearmaron puso en riesgo los planes de vida de más de 80 personas que habitaban ese espacio desde comienzos de 2017.
El traslado, como se le llamó en su momento, se hizo el 20 de agosto de 2024. Fueron 84 personas y 65 animales que salieron en una caravana de siete camiones, acompañados por la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN), la Misión de Verificación de la ONU y otras entidades del Estado. La mayoría se reubicó en El Doncello, otro municipio del departamento de Caquetá. Carlos y los excombatientes que hacían parte de Caguán Expeditions y Remando por la Paz tuvieron que buscar alternativas para que su proyecto no muriera ahí.
Lo primero que hicieron fue conseguir que la ARN pagara un lugar donde guardar los equipos de rafting en San Vicente del Caguán. Luego se pusieron a buscar otros lugares donde seguir practicando el rafting, aferrados a la idea de que las dos iniciativas debían continuar. Un año después, lejos de debilitarse, Caguán Expeditions y Remando por la Paz siguen vivos y con nuevos bríos.
La energía no se acaba, se transforma
Ya están a punto de terminar su sede en la vereda El Pescador, de San Vicente del Caguán, también a orillas del río Pato, pero en la parte baja, antes de que desemboque en el río Caguán (que a su vez desemboca en el río Caquetá). Con esa convicción de que su vida pertenece a ese afluente donde aprendieron a hacer rafting, allá en la parte alta del río, en Miravalle, continúan con los dos proyectos en ese lugar.
La sede ya tiene nombre: Casa Río Pato, un lugar concebido para impulsar la cultura del río en la zona. “Con apoyo de WWF, estamos haciendo ejercicios de monitoreo del río y haciendo una evaluación ecológica para entender la biodiversidad de la zona y poder integrar esos elementos a las narrativas turísticas. Queremos contarles a los turistas sobre la diversidad de flora y fauna de esta región”, cuenta Carlos con entusiasmo.
Esa Casa también será la sede de donde puedan partir los nuevos recorridos turísticos que están estructurando. Carlos lleva varios meses explorando rutas para rafting, y también para caminatas y otro tipo de actividades. Su objetivo es poder ofrecer de nuevo un paquete variado de cuatro días de actividades de naturaleza. Su grupo se está capacitando con la Red de Turismo de Paz y Reconciliación, a la que pertenecen 15 iniciativas de firmantes de paz que están recibiendo apoyo de la organización Travolution y también de Fontour, entidad adscrita al Ministerio de Comercio Industria y Turismo que apoya los proyectos turísticos del país.
Esa formación les servirá, dice Carlos Ariel, para consolidar nuevos equipos que integren a personas de las comunidades adonde llegaron, para potenciar el territorio y, sobre todo, convirtiendo lo que pudo ser debilidad en una fortaleza. Se refiere a que antes sus proyectos estaban concentrados en Miravalle, pero ahora, con la dispersión de la población firmante en otros lugares del Caquetá, pueden también multiplicar las iniciativas y sus impactos.
“Para nosotros la dispersión es una oportunidad para articularnos a lo largo del departamento. Ahora ya estamos en San Vicente del Caguán, en la vereda del Pescador, donde hacemos rafting y senderismo; pero también estamos en El Doncello, vereda La Granada, donde se puede articular el proyecto de memoria histórica que teníamos en Miravalle con los firmantes que salieron de allá y con los que están en Agua Bonita”, explica.
Es una apuesta regional que se está articulando alrededor de la población firmante, pero integra a las poblaciones receptoras y pretende posicionar al departamento como un referente en turismo de naturaleza. En apenas siete años, Caguán Expeditions y Remando por la Paz llevaron a más de 3.000 turistas a una zona que era considerada zona roja o de orden público, por ser uno de los escenarios del conflicto con las extintas FARC. En Miravalle, dejaron las armas los integrantes de la columna móvil Teófilo Forero que, al mando de Hernán Darío Velásquez (conocido como el Paisa), ejecutaron secuestros masivos, masacres y asesinatos selectivos y atentados como el perpetrado contra el Club El Nogal, en Bogotá, entre otros graves crímenes.
El río Pato también fue escenario de la confrontación. Era casi como una frontera entre la fuerza pública y la guerrilla. Pero todo cambió con el Acuerdo de Paz y el proceso de reincorporación de los excombatientes; Miravalle y el ETCR se convirtieron en pocos meses en un referente por lo exitoso del proceso.
Aunque nunca fue fácil, recuerda Carlos. Hubo obstáculos desde el primer día y por eso para ellos este es uno más de sus momentos. “Lo único permanente es el cambio”, sentencia, mientras recorre el pedazo de tierra que lograron comprar y donde construyen su nueva sede. No empiezan de cero, pues ya tienen unos aprendizajes que les permiten adaptarse a las condiciones. Lo importante, recalca, es que la decisión de transformar el territorio a través del turismo, a punta de remo, permanece y continúa.
“Esta fue una decisión colectiva y la tomamos cuando entendimos la situación. Nos dio mucha tristeza y sentimos mucha impotencia, pero salió nuestro espíritu de resiliencia y la voluntad de adaptarnos al momento. Sabíamos que las cosas iban a cambiar, que no serían como antes, pero reconocemos que estamos navegando un nuevo camino. La energía no se acaba, se transforma”.
La nueva oferta
Caguán Expeditions ofrece un plan de pasadía para hacer rafting por los cajones del río Pato. Es un recorrido de 15 kilómetros que puede hacer cualquier persona (desde los 12 años) con buenas condiciones de salud. El plan incluye también avistamiento de aves, una charla técnica, refrigerio y almuerzo (ver balcón).
Para la prestación de estos servicios, los excombatientes se unieron a otra iniciativa de turismo comunitario llamada El Pescador, impulsada por una familia de la vereda que hace siete años decidió cambiar poco a poco la ganadería por el turismo. El líder es Anderson Castañeda, joven nacido en la zona del Pato, pero hijo de colonizadores que llegaron de Cundinamarca, quien empezó a ver su territorio con otros ojos. Con unos que se sorprendían con la riqueza de su entorno y veían en esa riqueza un potencial.
Recuerda que, cuando era niño, sus padres lo llevaban a un balneario a pasar Año Nuevo o Navidad donde podían bañarse en el río, caminar por un cañón y ver muchos animales. El lugar entró en crisis durante pandemia, pero Anderson empezó a pensar que se podría recuperar y se empeñó en investigar y estudiar, hasta que en 2017 les propuso a sus padres comprar el predio y ofrecer otro tipo de turismo. Dos años después, empezó a trabajar con los firmantes del ETCR de Miravalle y hoy son socios.
Se llama reserva porque el principal objetivo de Anderson es conservar este ecosistema. En apenas cinco hectáreas, ha logrado recuperar lo que el turismo depredador dañó durante años de explotación irresponsable. Y lo hizo incluso con muchas miradas críticas de sus vecinos y amigos, que le cuestionaban la decisión de cambiar el rentable negocio de la ganadería por “mirar bichos y caminar”. Su persistencia ha logrado que la incredulidad se convierta ahora en otro sentimiento.
“Muchos llegan a preguntar cómo pueden hacer lo mismo. Ya están viendo que se puede vivir de esto y que la gente sí paga por venir a ver lo que usted ha tenido ahí todo el tiempo”, dice Anderson. Hoy en El Pescador, Caguán Expedition ofrece la charla técnica para empezar el recorrido de rafting y también el almuerzo con pescado que viene del río, al terminar la remada.
Carlos Ariel y Anderson piensan en grande. Quieren vincular otros pequeños emprendimientos para, por ejemplo, ofrecer el alojamiento que hoy no tienen o para ampliar la oferta gastronómica. Incluso quieren crear recorridos sobre la elaboración del queso, una de las fortalezas productivas de San Vicente del Caguán. El Pato es el elemento que los une. Otro de los propósitos es aprovechar que las comunidades que han vivido alrededor de ese afluente se sienten como una sola para fortalecerse bajo esa cultura.
Ambos reconocen que el reto está en tejer esas redes que permitan hacer esa oferta más amplia y no desde la iniciativa individual. El otro reto es convencer a los turistas de que vayan a su territorio. La seguridad sigue siendo el tema más complicado de explicar. Para Carlos Ariel, el principal argumento es que, al ser turismo comunitario, la principal garantía de seguridad es estar con las comunidades.
“Pueden tener la seguridad de que nosotros somos los más interesados en que la gente esté bien. Hay más riesgo con el clima que con la seguridad, porque las condiciones en el territorio amazónico son imprevisibles y si llueve mucho no podemos remar. O el aeropuerto se cierra y se cancelan los vuelos”, dice Carlos.
Ambos se llenan de optimismo invitando a la gente a ir a conocer su territorio, la biodiversidad y la comida. Piden que les escriban a través de las redes sociales para que se antojen con las imágenes y pregunten por los planes que pueden ofrecer. “Mucha gente pregunta qué puede aportar a la paz, pues venir acá ya es un aporte a la paz”, dicen.
Remando por la paz, la apuesta deportiva de los excombatientes que salieron de Miravalle, también sigue con su trabajo. Este año participaron con dos equipos mixtos en el Campeonato Nacional de Rafting y uno de ellos ocupó el tercer lugar. No alcanzaron a clasificar al Torneo Mundial de ese deporte, pero sí a una Copa que se disputará en Argentina, en noviembre. El objetivo es fortalecer la escuela de rafting para elevar el nivel del equipo que se recompuso tras el desplazamiento. El sueño es crear una cultura de remada en todo el departamento y ofrecer otras alternativas para los jóvenes del territorio.
*Esta pieza periodística hace parte de la iniciativa “Comunidades que Transforman” de El Espectador, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ por su sigla en inglés) y la Embajada de la Unión Europea. Esta es una alianza para producir contenidos que narran los esfuerzos de las organizaciones comunitarias, las autoridades y el sector privado en la construcción de paz.
Comunidades que Transforman
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