Sino en todas partes, por lo menos con nuestra familia.
Ellos, nuestros abuelos, quieren que seamos tolerantes. Eran la cagada: iban de fiesta, tomaban, hacían bromas pero igual iban a misa, saludaban a su vecino y se disculpaban por sus errores.
Mis padres y los de ahora, también lo quieren. A ellos, nuestros padres, les costó más duro que a nuestros abuelos: también fueron la cagada pero les tocó la ley de la tabla: si no había el comportamiento debido, la tabla caía sobre sus errores.
Ellos, nuestros padres, no están traumatizados. Por el contrario, aprendieron a no meterse donde no debían, a respetar lo ajeno y a no hacerle daño a nadie (la tabla dolía).
Ahora nos toca a nosotros, sin tabla, entender esta cadena genealógica.
Dar ejemplo de transparencia, honradez y sinceridad. Tener palabra para cumplir sin vigilancia y presión. Tolerar ante la injusticia, la inequidad y la impunidad.
A cada uno de nosotros nos hace bien mucho de transparencia, máximo de respeto por y para la palabra y desborde de tolerancia para vivir en medio de quienes piensan que el desorden es el camino.
Seguro, la tabla fue importante en su momento. Pero seguramente, un símbolo hace falta para enderezar caminos.
El sentido común y el respeto por y para la vida, hoy, nos hará despertar mañana, más libres.
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