Así era Ernesto: carismático y de buen humor. El cronista que se fue al más allá.
Por: Hugo Buelvas Posada
…¡Hermano! ¿por qué no avisaste de tu última partida? Este barranquillero de 51 años, todo un versado en crónica roja, hombre de periódico, revista, radio, televisión y cine, ha dejado de escribir. De reojo entre veces, miraba hacia un rinconcito del cuarto viejo de El Heraldo para observar su máquina legendaria de escribir, donde un seis de diciembre de 1982, plasmara en papel periódico su primera crónica, relacionada con el día de las "velitas", precisamente, publicada un ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
La primera crónica de Ernesto a quien lo llamaba "El Nene" por cariño y aprecio, recogía la idiosincrasia carnavalera del barranquillero alegre y tropical. Ese ocho de diciembre de 1982, dentro de un amanecer parrandero de los barranquilleros, día que estaba destinado a no circular el periódico, por festejarse la fecha de la Virgen de la Concepción; pero, por circunstancias de haber sucedido un triple secuestro aéreo en el aeropuerto de la ciudad, hubo la necesidad imperiosa de sacar periódico, y por no haber tampoco columnas editadas, al azar se encontró la de McCausland y se optó por publicarse. Emocionado Ernesto, con una mirada vivaz, solía decir alegremente: “Esa fue mi primera crónica”.
Ernesto McCausland, era un convencido de que, en las actuales circunstancias sociales, ameritaba volver al lenguaje sencillo para escribir crónicas. Creía que en estos momentos las cosas se habían complicado, al mismo tiempo saber emplear las tecnologías actuales. Porque, "la gran innovación de la crónica moderna, tenía que ser inmediata, no aquel cronista que se sentaba dos semanas a escribir una crónica de un tema que había ocurrido una semana antes. Ahora la crónica es del día. Y ahora creo que el periodista tiene que estar preparado tanto en televisión como en prensa. Si no a hacer una gran crónica de gran factura en cuanto a su forma, si hacer una crónica muy presencial, muy humana y muy amplia sobre el tema que en estos momentos le interesa a la gente".
En mayo del 2007, a McCausland, lo que más le gustaba era presentársele otra oferta para volver a El Heraldo. En ese momento que le hicimos una crónica para la Revista Milenio, lo que más le seducía, volver a la "crónica roja". Hacer crónica roja, y de nuevo vivir esa experiencia. En esa entrevista Ernesto nos confesó querer cerrar su carrera periodística en el diario El Heraldo. Así fue, sus deseos se les cumplieron. Este acucioso y talentoso periodista perteneciente a una familia de linaje de la Barranquilla encopetada, murió en la madrugada del miércoles 21 de noviembre en su adorada Curramba".
La vida periodística de Ernesto McCausland Sojo, era la crónica, como forma característica de contar historias que corresponden a la naturaleza del Caribe. Este barranquillero, lograba que cada suceso esbozado en sus crónicas, semejaban anécdotas e historias de sus ancestros costeños. Con ese dialecto "ñero" decía que, la historia de cualquier personaje, pueblo o ciudad de la Costa, había que contarla de una manera simple, porque, la esencia vital dentro de la crónica, la tiene la historia, no el periodista McCausland, con su peculiar estilo ameno de escribir y desglosar crónicas para, periódicos, radio, televisión y cine, se convertía en un organizador y manejador de información que, por encima de cualquier circunstancia, solía llegar a encontrar la historia indicada y sintonizarse a un nivel del alma. Porque el alma es lo que sin ninguna clase de circunloquios sabía transmitir Ernesto.
Jocosamente, con ese humor de Caribe que lo expresaba en cada palabra que pronunciaba, con orgullo, afirmaba que “había nacido periodista. Pero el mismo sistema educativo colombiano, se encargó de disuadirse de que él ya no era periodista, y en un momento dado, estando en la Universidad estudiando Administración de Empresas, de un momento a otro, se dio cuenta que el periodismo era algo que estaba ahí, que no podía evitar y empezó a escribir cosas, muy mal escritas, pero, las escribía y las mandaba a El Heraldo, que se las publicara”.
Ahora que visite a Barranquilla, no puedo mirar la calle vieja (53B) donde están las oficinas de El Heraldo, el periódico que después del desaparecido Diario del Caribe, me abrió las puertas, para vincularme de nuevo al periodismo escrito, porque, ya no está en la sala de redacción "El Nene Gigante", el amigo, el alttote, ese que siempre me respetó y me estimaba, porque, juntos hacíamos "tertulias de papelería", con Guillermo Valderrama, la difunta Olguita Emiliani y muchos más de la época dorada de El Herraldo (años 80), por lo que se logra institucionalizar la “Escuela de las Páginas Regionales”.
Ernesto, pese a ser el Editor General del periódico, era el mismo de antes, ese que conservaba sus ademanes, su lenguaje caribeño y su "mamadera" de gallo. El mismo que vestía y calzaba. Con Ernesto compartimos muchas experiencias periodísticas, no solo en la sala vieja de El Heraldo, sino en otros sitios del Caribe colombiano. A todos nuestros viejos colegas de la casa editora El Heraldo, Leonor De la Cruz Polo y Alix López, únicas sobrevivientes de aquella época de Oro, a los padres, hermanos y demás familiares de Ernesto, un sentido pésame.
Ernesto... hermano, cómo lo habías pedido, tu ataúd estuvo forrado con la flamante bandera de tu adorado y querido ‘Junior’ y que más homenaje que en diciembre nuestro glorioso equipo “ñero” repita la hazaña de coronarse campeón del futbol profesional colombiano. Hermano, como enseñanza y legado, nos dejas el haber sido un extraordinario cronista… Ernesto… adiós…
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