Y aunque siempre me pregunté si uno llegase a cometer el que fuera mortal, la condena cómo me remordería el alma, cómo me iría en el purgatorio o qué tanto ardería. Me inquietaba más el olor a azufre y a cuero quemado que expelería, mientras mis coterráneos me excluirían de sus andanzas y sin cabida, aunque fuera, en la lista Clinton.
Afortunadamente, ya casi con más de un tercio de caminar con cachos pero sin cola, no he tenido que sufrir o vivir con ese cargo de conciencia, con ese aroma endiablado o escondido entre las esquinas.
Todavía, soy de los que no anda huyendo. Ni con cinismo compartiendo con mis compinches pecadores. Y no es que esté pensando en cometerla sino que en este "sagrado Corazón", nunca se sabe en que hueco sin tapa se pueda caer.
De igual forma no sería tan profunda la caída, hoy los sumideros no se llevan más de un metro, su capacidad aguanta bastante carga y siempre corren hacia la misma dirección. La salvada puede estar a la vuelta de esta esquina.
No obstante, Orlando Pelayo, debe estarse consumiendo como vela en sacristía o como brea en obra vial. Ya olía a azufre, ahora solo purga su paso.
¡Qué vaina¡, en Orlando queda Disney, la más grande industria para la diversión familiar y, Pelayo, acompañado de "san" es una población caribeña donde las bandas hacen su folclor.
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