May 17, 2025

La unión de científicos y sabedores ancestrales para encontrar a desaparecidos en Buenaventura

  • May 15, 2025
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La unión de científicos y sabedores ancestrales para encontrar a desaparecidos en Buenaventura

 

En el estero San Antonio se adelantó una búsqueda sin precedentes a escala mundial. Antropólogos, científicos y sabedores ancestrales se sumergieron en las aguas y el manglar para encontrar un rastro de las personas que fueron desaparecidas durante el conflicto armado. Las comunidades y la UBPD están a la espera de una decisión de la JEP frente a la medida cautelar, que finaliza en diciembre.

 

Antes de lanzarse al mar, Pedro Albarracín se encomienda a la diosa Yemayá y le pide permiso para sumergirse en sus aguas sin que las fuertes corrientes lo arrastren durante su tarea de encontrar desaparecidos en lo profundo del océano Pacífico, en Buenaventura.

 

Es buzo profesional, pero confiesa que sintió miedo la primera vez que hizo una inmersión en las aguas del puerto y tuvo que repetir incesantemente los rezos de protección que le enseñó el guía espiritual que acompañó al equipo técnico de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) en la tarea de encontrar cuerpos que fueron dispuestos o arrojados al estero San Antonio durante la época más cruenta del conflicto armado.

 

En ese manglar pantanoso y de acceso complejo que rodea una parte del océano se adelanta un trabajo sin precedentes a escala mundial. De un universo total de 900 personas desaparecidas en Buenaventura, se estima que más de 190 cuerpos habrían sido dispuestos en ese lugar. Según datos de la UBPD, de 2007 a 2008 se registraron 153 desapariciones en el puerto, siendo este el pico más alto en la dinámica de desaparición en el estero San Antonio.

 

Ese fenómeno se puede entender desde los relatos de las comunidades y los evidentes patrones de violencia que ha sufrido Buenaventura históricamente. Los esteros guardan entre sus raíces una historia de horror, pues se convirtieron en escenarios para atar o abandonar cuerpos para que el océano y la fauna se llevaran su rastro a lo profundo.

 

La orden de los grupos armados era abandonar el cuerpo en el estero y no recogerlo. Para ello usaban pescadores que ataran a las víctimas, pero luego esos pescadores eran asesinados. Según la UBPD, el 92 % de las personas presuntamente desaparecidas son hombres negros y afrocolombianos entre los 16 y los 40 años de edad, pescadores, comerciantes, estudiantes, mineros y constructores; el otro 5 % son mujeres entre los siete y 45 años.

 

La mayoría de casos se dieron durante el paso del Bloque Calima de las AUC por Buenaventura. En 2004, el exparamilitar Éver Veloza (alias HH) reconoció ante la justicia esta práctica de violencia. El Centro Nacional de Memoria Histórica documentó que en esa época también la violencia estuvo marcada por asesinatos, ejecuciones extrajudiciales y las oscuras casas de pique.

 

Esa práctica significó un quebranto para la espiritualidad de las comunidades negras. Sin embargo, no pudieron arrastrar al olvido a sus desaparecidos, aunque la búsqueda implique un reto complejo.

 

En 2020, organizaciones de víctimas, la Fundación Nydia Erika Bautista y la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz solicitaron a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) la protección de los esteros para continuar con la búsqueda de sus seres queridos. En respuesta a la petición, la JEP dictó una medida cautelar que va hasta diciembre y le ordenó a la Unidad de Búsqueda elaborar un plan de búsqueda en el estero.

 

A pesar de la complejidad, la búsqueda se inició. “El agua ha hecho un barrido constante y ahí es donde está el mayor reto para buscar en el estero. Hemos hecho un esfuerzo enorme para poder hacer una exploración subacuática, pero las posibilidades de éxito son muy complejas. Este ha sido un proceso de años donde las comunidades nos decían: ‘No me diga que no se puede hacer, si no lo han intentado’. Y tenían razón”, explicó María Victoria Rodríguez, coordinadora territorial de la UBPD para el Valle del Cauca.

 

La unión de científicos y sabedores ancestrales para encontrar a desaparecidos en Buenaventura

 

Juntar los saberes ancestrales y espirituales con la ciencia

 

Con un traje blanco impoluto, un líder espiritual le habla al estero San Antonio para pedirle perdón y permiso. Antes de que subiera la marea, a las seis de la mañana, inició el ritual armonizado con elementos naturales, esencias y aguas.

 

El líder invocó a los dioses del agua y del fuego para que protegieran a los buzos y guiaran el camino debajo del mar. Después se dirigió al manglar y le pidió perdón porque los hombres convirtieron un lugar de vida en un sitio de muerte, de depósito de personas desaparecidas. Y procedió a pedir autorización al estero para entrar a su territorio y permitir la búsqueda de desaparecidos.

 

Fuera del agua, en la oficina de UBPD en la sede Buenaventura, las comunidades prepararon un altar con las fotografías de Yemayá y todos los días, mientras los demás buscaban en al agua, hacían ofrendas y oraciones para guiar la búsqueda.

 

Para el buzo y arqueólogo subacuático Pedro Albarracín la espiritualidad fue vital. “Estábamos en un ambiente muy peligroso por las condiciones de visibilidad, de corrientes, de fauna. A nosotros nos daba mucha seguridad que existiera alguien que estuviera pendiente de nosotros, que nos estaba cuidando y dando consejería espiritual. A veces nos asustábamos porque la marea nos arrastraba y la visibilidad era nula, pero el guía espiritual nos dio la seguridad de que ellos estaban haciendo sus ofrendas, sus rezos, su altar a sus santos y que ellos nos estaban acompañando, brindándonos su seguridad”.

 

Mientras Pedro y demás los buzos se lanzaban al agua para iniciar la fase de búsqueda, en el bote esperaba un pescador que los guiaba. Lo llamaban “el ojo del estero”.

 

“Nosotros planeábamos con anterioridad todos los días antes de cada buceo. El día anterior mirábamos las tablas de mareas, pero al final son estimaciones y promedios. Los que realmente conocen el estero, los que realmente conocen su medioambiente, los bancos de arena, las mareas, la puja y la quiebra que están relacionados con la Luna, son ellos. Eso nos ayudó a identificar la marea y aprovechar la navegación”, agregó Pedro.

 

A esos saberes ancestrales la UBPD agregó los saberes científicos. “Ellos se reían de nosotros y tenían toda la razón. Teníamos científicos, pero no conocíamos el mar como lo conocen ellos. También había mujeres piangüeras, que tienen su metodología ancestral de rastreo manual que claramente nuestros antropólogos no tenían”, explicó María Victoria.

 

Mientras Pedro era bendecido y protegido por los dioses, él implementaba sus saberes profesionales. En diciembre de 2024, explicó, se hizo un estudio geofísico más especializado en el que se pudo determinar con mayor precisión elementos del fondo del agua con modelación del relieve, lo que permitió identificar 22 anomalías en los puntos de interés que se plantearon desde la primera fase de búsqueda, en agosto de 2023.

 

Una vez en el agua, Pedro comenzaba a nadar en círculos a un metro de la boya y al terminar ese nado se ampliaba el diámetro en un radio de un metro. En total, según la longitud de la cuerda atada a la boya, revisaron un diámetro de 20 metros a la redonda por cada punto de interés. “Durante los buceos siempre se iban haciendo sondeos constantemente con una vara de punción. Es una vara metálica con la que nosotros vamos picando el suelo”, agregó.

 

A las fuertes corrientes y el sedimento en el agua del estero se le suma la variación constante de la marea en el Pacífico, de unos cinco metros cada seis horas. Cada vez que sube la marea, dice Pedro, el mar empuja hacia adentro el río y provoca corrientes muy fuertes en el fondo del mar. En ese panorama, los buzos preferían trabajar en marea alta con una ventana de dos horas, porque al bajar la marea se arrastraba más sedimento y la visibilidad era escasa, así que usaban una lámpara de alta potencia de 11.000 lúmenes para alcanzar una visibilidad máxima de un metro dentro del agua.

 

A pesar del esfuerzo, no tuvieron hallazgos. Pero al final, todo ese trabajo produjo una ganancia: la creación de un equipo técnico comunitario. “Lo que permitió este equipo fue poder usar esos saberes, esas prácticas comunitarias para obtener resultados. Esa articulación dejó ver que las comunidades no están equivocadas”, señaló Ángela Sinisterra, profesional psicosocial que acompaña el proceso de búsqueda de lado de las comunidades.

 

La unión de científicos y sabedores ancestrales para encontrar a desaparecidos en Buenaventura

 

A la espera de encontrar a los desaparecidos

 

Ángela explica que para las comunidades negras es muy importante tener una tumba a donde ir para hablar y llorar a su familiar, aunque sean conscientes de que ese familiar ya no los puede escuchar. Por eso, aunque no han encontrado a los desaparecidos del estero San Antonio, el trabajo de la UBPD ha sido importante.

 

“Más que el acompañamiento de una entidad, el hecho es que el Estado reconoce los derechos de las víctimas y pone a la UBPD como una entidad que cuenta con las herramientas para hacer la búsqueda. Es una manera de que las comunidades sientan que no están solas, que tienen respaldo y le dan valor a su sentir”, explicó Ángela.

 

Al no tener hallazgos en el agua, el equipo de la UBPD decidió dirigir la búsqueda en la isla Pájaro (también llamada isla Calavera), donde se hizo un barrido y encontraron restos óseos de posiblemente dos individuos. Se hizo la recuperación de esos cuerpos para que el agua no se los llevara, pero un primer análisis forense apunta a que son cuerpos recientes, que no hacen parte del proceso de búsqueda.

 

“Nosotros estamos buscando personas que desaparecieron hace más de 10 o 15 años. Ya no van a estar en la superficie, tienen que estar abajo y esa búsqueda no la hemos logrado, no hemos tenido hallazgos. Pero este proceso de búsqueda había que hacerlo. Podemos decir que estamos buscando juntos y nos estamos dando cuenta en el camino cuáles son los desafíos, pero sobre todo está la importancia de al menos saber quién fue dispuesto allí, cuándo y por qué razón. Si no encontramos un cuerpo, que es una de las grandes posibilidades, es poder contar a la familia la verdad”, explicó María Victoria, de la UBPD.

 

Lo cierto es que la búsqueda se complejiza por los factores naturales y las acciones humanas en el puerto, explicó Pedro Albarracín. “En el contexto del estero y del canal de acceso del puerto de Buenaventura ha habido muchos dragados y tenemos el tema de la dinámica hidrográfica y oceanográfica, que todo el tiempo está moviendo todo hacia el mar. Tenemos un estero con varios ríos, varios canales que mandan una corriente especial cuando hay lluvias, eventualidades climáticas, que hacen que baje con mucha fuerza y todo sale a dar al área de maniobras del puerto o al canal de acceso que se estaba dragando cada dos años. Si estamos hablando de sucesos del 2016 para atrás, en mi opinión, es muy difícil que haya hallazgos correspondientes a esa época”.

 

En este contexto, las comunidades están a la espera de una audiencia de la JEP en la que se tome una decisión final sobre ampliar la medida cautelar para seguir buscando o detener la búsqueda en el agua para trasladarla a los cementerios de Buenaventura.

 

“Estamos dudando y a la expectativa de qué va a decidir la magistratura frente a este ejercicio de búsqueda. Las comunidades han alimentado la esperanza de poder encontrar a sus familiares, pero algo que nos pudimos dar cuenta en esta última fase de intervención es que las condiciones deterioran con mucha facilidad los huesos. Con esta realidad, muchos se han sentido desesperanzados, pero otros la mantienen”, comentó Ángela.

 

Mientras el tiempo pasa, las comunidades siguen pidiéndole a la diosa Yemayá, al estero y al mar que devuelva pronto a los desaparecidos.

 

*Esta pieza periodística hace parte de la iniciativa “Comunidades que Transforman” de El Espectador, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ por su sigla en inglés) y la Embajada de la Unión Europea. Esta es una alianza para producir contenidos que narran los esfuerzos de las organizaciones comunitarias, las autoridades y el sector privado en la construcción de paz.