Por Juan David Alomia
A pocos días del ansiado e inquietante momento electoral para los Estados Unidos de América las multitudes con el pasar de los minutos empiezan a optar por decantarse entre los candidatos de esta contienda. Elegir el presidente No. 46 de este portentoso y extenso país no resulta sencillo, debido a que quienes habitan el territorio cifran sus esperanzas en dos particulares sujetos.
En primera medida sería oportuno mencionar a Donald Trump quien es el actual mandatario de esta nación el cual entre malabares intenta reelegirse con la unción de quienes confían en sus dotes para brindarle un bienestar a la patria.
Este personaje fogoso e inflamado, de gesto avinagrado, actitud algo renuente, un tanto ignorante de lo que concierne la política, que muchas veces actúa como un patán, un prominente canalla, quien muy a menudo pone en evidencia su insuficiencia. Asimismo, campantemente se alude a las dificultades y que lleva consigo su carencia de visión histórica y estadista, siendo un hombre que bordea la prepotencia, a veces bochornoso, que se riñe a diario con la humildad, pero sumamente astuto, el cual ha perdido mucha popularidad con el pasar de los días, a mayor causa tras esta ciénaga que ha brindado la pandemia.
Entre tanto su opositor Joe Biden quien arremete por la obtención del poder nuevamente, claro está, entre cantinflescos dislates y algo más desgastado; una tentativa en la cual también podríamos considerar como un candidato mediano ya que este nunca ha sido un gran político y el cual en diversas ocasiones se ha visto agonizar en medio de la campaña luciendo lánguido, tibio y frágil… en una ocasión fue descubierto como un retazo del político britanico Neil Kinnick al apropiarse de su discurso y de otros tantos plagios como el de Kennedy y Hubert Humphrey, que con los días se nota diezmado pero este es el favorito de momento donde impera su reconocida y amplia trascendencia, aun existiendo un virtual empate, así lo indican las visibles encuestas recientemente, pero ojo, que aún se le puede agrietar o entumecer este camino.
Si nos apropiamos a una lectura minuciosa de cara a el mapa electoral del próximo martes 3 de noviembre para establecer quién será el próximo jerarca que se aventure a residir en la casa blanca y sin precipitaciones que asignen tan atropelladamente la victoria a un candidato podremos dirimir que quien aventaje en los estados pendulares de la actual contienda como ciertamente son Carolina del Norte, Texas, Ohio, Pensilvania, Arizona y Florida, saldrá victorioso de la contienda.
Desde luego, mientras se despellejan entre escarnios por ese victorioso e ignoto resultado los ciudadanos dan partida a descansar su apoyo sobre los hombros de estos en las urnas, entre tanto podemos asumir que aún no hay certeza alguna; no conseguimos aseverar un resultado triunfante, pero con certeza de esto podríamos sacar una razonable conclusión que nos lleve a desarrollar el pensamiento sobre el aceptar que habitamos apiñados entre fantasías e ilusiones delirantes elogiando encarecidamente lo que resulta ser un determinado reflejo de oasis.
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